Los peques no votan porque la razón infantil de los adultos lo impide. Dicho de otra manera, la subjetividad de los adultos es un profundo desarrollo de una lógica de las sociedades de control que, como la nuestra, limitan nuestra capacidad de imaginar otros mundos posibles; ahí es donde entra en juego la voluntad política de limitar el voto de un determinado grupo de la sociedad, los peques: a través de la subjetividad de los adultos se plantean razones por las que no se les puede conceder un derecho universal. Se trata de imaginar una sociedad plenamente democrática que esta sociedad tiene de alguna manera censurado. Porque aquí la cuestión es por qué los peques no pueden votar, aunque evidentemente la pregunta clave que esto representa es otra: por qué algo o alguien ha puesto tanto empeño en que no voten y, consecuentemente, es obvio que aquí se da una deriva al respecto de que significa votar y qué obligaciones, y derecho, se tienen y adquieren.
De alguna manera este es un primer punto de vista, se trata de ver a los peques, repito otra vez, no a los niños, que es el hecho subjetivo en el que el discurso adulto se plantea una determinada adscripción medico-social. Los peques, venía diciendo, no pertenecen al discurso de lo adulto, son una categoría diferenciada y consecuentemente tenemos que plantearnos una metodología diferente para acercarnos a ello y, a su vez, la epistemología no puede ser sólo una hermeneútica del sujeto, sino ante todo de aquello que queda excluido de los dispositivos de control. Un comentario de una lectora a una entrada anterior, Ana, me recuerda que aquí corremos el riesgo de esencializar a los peques, al ponerlos en un plano natural por su estado, es decir que son más naturaleza que los adultos, y no puedo decir otra cosa que es verdad que se corre este riesgo cuando se trata el tema de los niños y el de los peques. Aunque si se parte de aquí, de la idea de peque y no de niño, se corre mucho menos riesgo, porque se parte de una idea de naturaleza (el objeto de la física cuántica) bien diferente y, consecuentemente, es difícil aplicarlo a los seres vivos tal cual los podemos pensar. Yo me planteo que los niños son los sujetos de un discurso, mientras que los peques serían individuos a los que aún no se les ha aplicado prótesis, o al menos no muchas. Los peques estarían más lejos de los máquinas políticas que, consecuentemente, serían los adultos (de ahí que el futuro imaginado sea la recrear la idea de cyborg). Por eso planteamos que los peques no votan y por eso mismo tendrían que votar, en la medida que se trata de romper con los dispositivos de control que plantea el estado-capital para con los adultos, dejar votar a los peques es plantear un elemento, ciertamente, redentorista de la política; de que se puede ser democrático sin ser máquinas para y por el medio político.